La suerte de amar… y ser amado

Voy caminando sin rumbo en éste camino de estar a tu lado, eres la doncella más inalcanzable de todas, los muros de tu castillo son gruesos e impenetrables y mal que bien… después de todos éstos años tu también te has vuelto dura e impenetrable.

¿Qué condena estoy pagando?… ¡siempre parece que no tengo suerte en esto de ser amado! hay veces en que estoy allí, sentado en una silla alucinando cosas tontas y felices y me pongo a crear «recuerdos» contigo.

Quisiera que una noche fría, solitaria, sonara el timbre de mi casa… que allí, al otro lado de la puerta, estés tú, con el rostro pálido y la nariz enrojecida… que tu piel esté congelada y que te lances a mi en busca de ese calor que perdiste en el camino… que tu mejilla se roce contra mi pecho y te recuestes escuchando los latidos de mi corazón.

Un recuerdo así, tan insignificante y a la vez tan hermoso… un simple gesto como ese llenaría mi corazón de vida y felicidad… porque si aún cuando tan solo me ofreces una simple mirada vacía, siento que mis latidos me ensordecen, que el pecho se me estalla y el leve ardor en las mejillas me quema la piel… ¡¿cómo ha de ser si llegases a dejarme amarte y amarme a a vez?!

Pero la vida me ha castigado con no poder llamarte, tocarte… con no poder vivir sin ti, ni contigo. Me siento atrapado, no tengo otra elección más que amarte y aún así quisiera poder no hacerlo, en mis mil intentos por dejarte de lado casi acabo conmigo mismo, mi corazón no soporta una ruptura tan tormentosa y yo prefiero tenerlo allí, en ese punto intermedio en que esta lo suficientemente tibio como para que yo no muera de frío.

 

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