Soñé que existía

Tuve un sueño, uno corriente, no como aquellos en los que me cuento irreales historias de fantasía, sino de aquellos en los que vivo un día tan cotidiano y natural, uno que involucra a mis conocidos… un sueño tan casual, que parece real. 

Solo los vestigios del mismo, me recalcan que fue solo eso… un sueño. 

Lo inusual es simplemente la situación, una que transcurre de  forma serena e incluso cálida, donde el día inicia normal y, depende de mis estado de ánimo, termina mal o terrible… pero jamás “bien”. 

Esos sueños tan corrientes son siempre mis pesadillas, recreaciones que mi mente inventa para enseñarme que me siento afligida, que aunque intente ignorarme, siempre habrá forma alguna de recordar que sufro. 

Viví una escena tan casual, que como siempre, no pude evitar creer que fue real… pero a pesar de ello, soy consciente de sí fuera así, no sería capaz de afrontar mis propios sentimientos. 

Amanece y lloro, lo hago por la depresión de saber que estoy rota. Mis lágrimas caen mientras, recostada en la cama, veo al techo en silencio y la luz de la mañana ilumina mi cuarto progresivamente. 

En cuanto mi pie toque el suelo, debo volver a ser “yo”.

Cómo esta y muchas otras veces, solo me queda la esperanza de saber que algún día llenaré este vacío, que esta dolorosa depresión solo es el resultado de un prolongado existencialismo y que lograré encontrar el valor de mi propio ser en este mundo.

Solo añoro vivir para mí y descubrir mi propio propósito… ya que para los demás, por ellos es por quién he vivido, temerosa de arrebatarles un ser querido y dejarlos marcados el resto de sus vidas. No quiero que sepan que de cierta forma…


 ni yo he logrado entenderme.

****

Pulí éste pequeño texto que encontré en una antigua app de notas.

No es mucho, pero siempre es algo. 

Calidez

Calidez

 

En determinado momento, entre un paso y el siguiente, antes de ir más allá… antes de seguir este rumbo sin sentido, me senté allí… pero ¿dónde era “allí” ?, ¿cuánto tiempo había pasado desde el principio?. Estaba desconcertado por no decir desorientado, ya que mi orientación hace mucho quedo atrás. El entorno no me dejaba mucho para interpretar y así mismo para imaginar, casas normales, calles húmedas y una tenue luz en una esquina que titilaba de vez en cuando.

Dudo, mi cordura no es de fiar en este momento y si soy honesto, no creo que haya existido desde un principio. De improvisto me alcanzó una sensación, querer ir a la luz, me levanté solo para llegar allá… el único punto en la calle que parece ser algo más que una esquina, confío en que bajo la luz estaré a salvo. En el camino sentí humedad en los pies al caminar sobre charcos que se colaban entre los agujeros de mis zapatos, tropecé con piedras, se me cayó algo entre el roto del bolsillo, pero aun así no me detuve a ver atrás, a recoger, a cambiar de rumbo y solo seguí.

El frío ahora no me afecta, se siente cálido bajo la luz y cada vez que titila me sorprende con una nueva silueta más allá de la mía, dibujando una compañía inexistente en el suelo. Suspiré profundo, feliz de sentir mis pulmones llenarse, hinchando mi pecho hasta su máxima capacidad; el corazón me empezó a latir con fuerza y entre cada latido se propagaba lentamente el calor hacia mis extremidades… en un instante todo se tornó tan reconfortante y pacífico.

Tal como lo haría en una mañana soleada, al medio día o incluso bajo la lluvia, levanté los brazos y sentí la luz contra mis palmas, un leve cosquilleo me hizo sentir vivo y me erguí como como una planta lo hace mirando directo al sol. ¡Esto sí es cordura!, vi mi sombra en el suelo e interpreté la silueta de mi cuerpo, no era tan glamorosa como yo, sus desordenadas curvas me reflejan muy diferente a como me veo …. pero bueno… ¡estaba bajo la luz!…  ¿qué podría darme una vista mejor a la de mis ojos?.

Como un destello algo llamó mi atención, en la ventana de la tienda más cercana a mí, se asomaba un hombre, me miró, se le veía feliz y se aproximó a pequeños pasos con una mano extendida para alcanzarme. Sonreía, me contagiaba con su gesto, quise acercarme igualmente y reconocerlo; di unos pasos y por fin toqué su mano, mis yemas chocaron al intentar sentir su piel. Observé con la mano extendida sobre el vidrio y nos quedamos allí un momento, cada uno admirando desde su lado sin parpadear.

Me miró a los ojos con amor y cada vez más sonriente, se quedó así por un momento. Recorrió mi rostro con su mirada, lo hizo despacio, deteniéndose a detallar los perfiles de mi nariz, labios y demás. A medida que seguía pasó a verme en general y yo, sin refutar, dejé que lo hiciera, le permití observar todo de mí, lo hice solo para conservar su sonrisa y mi temporal felicidad al ser objeto de atención. De pronto, allí, a la penumbra de la luz, empecé a sentir el gélido contacto del vidrio en la palma de mi mano que se extendía poco a poco por mi brazo y torso, siguiendo su ruta hasta enfriarme totalmente.

Supongo, el frío lo afectó a él por igual, ya que a media que me recorría con la mirada se entristecía progresivamente; se desdibujó su sonrisa, se ensombreció su mirada y una lágrima le saltó del ojo dejando una hilera limpia sobre la gruesa capa de suciedad de su mejilla, siguió enredándose entre sus largas barbas y cayó al suelo con un leve “clac”. Él miró al frente…y me vi en el reflejo del vidrio.

En efecto reconocí al hombre de la ventana y el resultado no fue agradable, el frío me golpeó y con él… la soledad; la luz ya no bastaba para espantar la decepción de encontrarme de nuevo, llevaba tanto tiempo evitándome que incluso olvidé mi aspecto. En esa esquina me vi de nuevo y tenía prendas andrajosas, sucias, la barba me cubría el cuello y a pesar de lo tupida, resaltaban las cuencas del rostro, no me mantenía firme y tambaleaba levemente.

Decidí que era hora de dormir, de sucumbir ante la violenta dosis, que me aturde, extrayéndome de la cruda realidad por la que deambulo. Antes de regresar completamente debía volver a dormir, antes… antes de recordar todo lo que fui, lo que me llevó a terminar así y el camino que hasta ahora he recorrido sin rumbo, sin consciencia… sin dolor. Del bolsillo busqué mi rescate ante estas situaciones, una pequeña píldora que me expulsa de este crudo mundo en el que ya no tengo lugar, es insignificante su tamaño y alto el precio por huir de esta escena que cada vez me pide una dosis más fuerte y duradera.

De nuevo el hombre me sonríe y la luz nos parece cálida y amena.

Alex Tgix.

El dolor tras las lágrimas (2016)

«Me sorprende encontrar algo tan emocional, por lo general no escribo directamente de mi opinión hacia los demás, ni directamente de mis sentimientos.

No podría completar esta nota iniciada en agosto del  2016… ni mucho menos recordar aquello que llegué a sentir….»

 

Yo ya aprendí a llorar en silencio aunque algunas personas, las más cercanas a mi, cuentan con la desdicha de escucharme llorar…

Pero hoy no escribo por eso, hoy mi queja va dirigida hacia el desinterés de las personas hacia los sentimientos ajenos. No es que yo no tenga la moral suficiente como para empujarme fuera de ese agujero y desenterrar mis piernas de la arena… pero hay veces que quisiera que me dijeran algo como -oye, las cosas serán mejor, tu eres fuerte, sé que saldrás de esto- y que me permitiesen acurrucarme en el pecho de ellos y sentir el calor que sólo se siente cuando pones la cabeza lo más cerca del corazón… y le escuchas latir… y eso te tranquiliza.

Pero NO!… ya todos están acostumbrados a salir de paso con la típica frase de -la vida es difícil- y dejarme morir allí con mis sentimientos, aunque sé que en realidad sin ese cariño sobreviviré, pero me parece triste porque a veces miro hacia atrás y me encuentro con que he vivido con mucha soledad, con mucha tristeza… y aunque he aprendí a sobrellevar mi carga, siento que algo le ha hecho falta a mi vida, algo que aún no encuentro…

… y no sé si exista, o no sé si es que ya lo tengo y no lo he notado.

Mi castigo (26-06-2015)

Revisaba archivos y textos de años pasados cuando me encontré con esta nota. No logro recordar cómo me sentía ese junio del 2015 pues como siempre, solo queda el rastro de mis emociones entre cada párrafo.

Algunas veces me sumerjo leyendo notas pasadas aún guardando la esperanza de recordar mi historia…

«Es mi castigo, es la excusa que yo ofrecí, el resultado de mis acciones.

Que llueva, que sea brutal y se lleve todo… que me lleve a mí, que se lleve mi ser y deje este cuerpo más vacío de lo que ya está.

Quiero que la lluvia llore conmigo y oculte mis lágrimas entre las suyas.

Que el frío me congele y acabe con el calor de este corazón.

Que me deshaga como papel y me funda entre las calles.

Quiero ser lo que soy de otra forma, una forma no humana, diferente… ¿diferente cómo?

Ya no puedo escribir como lo hacía antes, he cambiado y tendré que hacerlo de nuevo, regresar al pasado, ser algo que fui… dejar de serlo…

…dejar de vivir, porque esta vida ya no la disfruto y es mi castigo, lo sé.

No tengo derecho a objeciones, sería injusto.»

Desdén

«Desdén», una palabra que susurré en mi mente mientras caminaba de regreso a casa, era en una de esas noches solitarias en las que sentía ganas de caminar lento aunque pudiese ponerme en peligro a tan altas horas de la noche. El viento me azotaba y helaba la piel, no me subí la cremallera para permitir que me lavara, que se llevara aquél sentimiento consigo.

¿Hacia qué?… en específico ¿por qué se me había venido a la mente esa palabra? Cerré los ojos como de costumbre, para caminar por aquél sendero que ya conocía, a la deriva, pero aún con la seguridad de que no me estrellaría con nadie. -Desdén- repetí ; imágenes, escenas, personas… lo recordé. De pronto había tantas cosas que me producían desdén, cosas que sólo hasta ese momento había llegado a definir bajo esa palabra y que ahora tenían sentido, como si hubiese estado buscando un término sobre el cual acobijarlas.

Me detuve mirando al cielo parcialmente nublado, siempre me ha parecido extraña la forma en que me consigo atormentar, incluso estar allí de pie, descubriendo que también podía odiar… me deprimía. Empuñé la bolsa que llevaba, me debilitaba a medida en que me entraba más frío. Pero no quise seguir, caminar, incluso dar un paso significaría dejar mis sentimientos allí, estancados. No merecían ser olvidados después de que tras tantos años, hasta ese preciso momento hubiese descubierto lo que realmente representaban.

Como una estrella, en mi mente brilló la esperanza de recordar que era un humano, cambiante e imperfecto, la cual se derrumbó con la misma facilidad con la que llegó. La línea entre ser bueno o malo, de amar u odiar es tan frágil, y en ese momento era puro desdén, no tranquilidad, era puro odio y resentimiento, dolor y agonía… y creo… no lo sé bien, me liberé por un segundo a medida que me sumergía en aquellas emociones. Me decepcioné al no sentir remordimiento, considerando que por lo general aceptaba todo con una actitud madura, evitando permitirme fallas.

Intenté avanzar y no pude, mi cuerpo quería seguir allí deliberando en el porqué de mi soledad, la razón de mis miedos, el dolor de ser humano y lo que eso representaba para mí. Una mujer cruzó y me miró de soslayo, pensé que me entendía, que también dudaba de sí misma y siguió derecho, ignorándome. No buscaba el cariño de un desconocido, pero una mirada de compasión era lo que necesitaba en ese momento, así fuese de un desconocido. Anhelaba compartir mi culpa al odiar y no solo por eso, sino por la imagen en mi mente, arrancándome la camisa del pecho, rompiéndola como si fuera de papel, desprendiendo todos esos recuerdos de mi y tirándolos al suelo… aplastándolos.

Desesperadamente apreté el puño de nuevo y me lo llevé al pecho con fuerza, apreté la chaqueta y me cubrí del frío; noté que mis manos eran más frías y sentí que despertaba. No me había sentido tan real durante aquellos fríos e infinitos minutos, con las botas bien plantadas en el suelo, la melodía del viento haciendo ruiditos en mis oídos y ondeando levemente mi ropa. Todo era tan rutinariamente real que también me dolió, odiaba la realidad también. Deseé dejar ese lugar y negarme a ese aborrecedor sentimiento que había descubierto y di un paso obligándome a seguir,  andando con más ligereza a cada centímetro.

Ponerle nombre a esos recueros, sólo sería mi perdición y la razón que me llevaría a entregarme atravesando las puertas directo al llameante fuego de mis temores; permitir que mis tormentos me abandonen y tomen forma en algo como un puño, un grito, un llanto… que así dejen de ser míos y pasen, también, a pertenecerle a los demás y afectarles.

Pertenecer

El cabello roza mi mejilla al son del vaiven del viento y me pregunto porqué terminé aqui.

Caminaba ¿o corría?, no lo recuerdo bien. Bueno, una luz en el camino me entretuvo. Desde el mirador veía la ciudad en su totalidad, admiraba su esplendor y así mismo su insignificancia desde allí arriba. Me sequé las gotas que atravesaron mis mejillas mientras me sentía aún más insignificante. Mis pasos no dejaban huella, mi estadía por aquel mirador era pasajera e irrelevante y solo yo, sería la testigo de mi propia existencia en aquel lugar.

Grité sin obtener respuesta, no hubo eco alguno, estaba allí sola. Pero, ¿porqué… qué me atrajo a detenerme en aquel lugar e interrumpir mi solitario recorrido hasta la cima?. Probablemente nada, solo quería recordarme que no valía nada, que era pequeña ante la inmensidad de las calles y mi destino.

De alguna forma me encuentro siempre aquí, estancada, atrapada entre mi pecho mientras intento huir. Nunca lo vi así hasta que lo sentí, pero el tórax impone su dominio sobre mi corazón y me impide vivir; me limita.

Limitaciones… eso es todo lo que hay para mi.

Además de todo, soy la culpable de que el mundo se acabe; brindando un beso que condena, una lágrima que desborda el río, una palabra que rompe la tranquilidad… descubrí que tengo la medida exacta para iniciar el caos.

…Y sin darme cuenta voy arrasando todo a mi paso.

Desde mi perspectiva de vida sólo aporté un beso de condena, una gota de odio y una palabra de orgullo. ¿Dónde está todo lo demás?, ¿quién condenó antes que yo?, ¿quién me acusó de ser la culpable de arrasar las aldeas?, ¿quién se excusó en mi y me lanzó a este abismo de soledad y culpas?.

No no no… ¡nada de eso!, soy yo. Soy yo.

Me distrae de nuevo la luz al horizonte y me doy cuenta que es el reflejo de las luces de la ciudad en el rastro que las lágrimas han dejado sobre mis mejillas. Un recorrido lento, doloroso, helado, que me perfora el alma, que me quiebra… y no sé si resistiré, si mi personalidad es fuerte y si el mundo no me contaminará.

Me siento vulnerable. Propensa a sufrir en carne propia la marca de tener sentimientos; de ser dócil y acumular heridas; de ser mutable y acomodarme a la maldad… de ser y no pertenecer, de sentir que no me correspondo.

Sentimiento de vacío

La sensación de vacío en el abdomen, el viento a mi alrededor, mis brazos, piernas y cabeza inclinados hacia atrás, el cabello enredándose en sí mismo, mi rostro al descubierto.

Todo cambia a medida que voy cayendo, uno tras otro los colores van cambiando, obscurece, todo es negro… llega el vacío.

Ahora estoy estática allí, la sensación me agrada; puedo pensar claramente, sin molestias… eso no me gusta… tener las ideas tan claras en mi mente y disponer del tiempo para preocuparme por ellas.

Un hilo de frío recorre mi mejilla, respiro profundo, me acurruco, aprieto las piernas contra el pecho, las aprieto más. Me falta fuerza.

Quiero acabar con eso que late dentro de mi, con éste sentimiento. Ahora hay un sonido, distante… contrasta con el de mis latidos, me doy cuenta que estoy suspendida a pocos centímetros de un estanque… escucho el sonido de las gotas caer sobre él.

Todo empieza a ponerse más luminoso desde el fondo del estanque, pronto se pone de color plata que no me ilumina, me encuentro con que las lágrimas son las que inundan el estanque y dan color al mismo.

Me limpio el rostro con las manos, rastros de líquido plateado reposan en la palma de mis manos.

La fuente me parece hermosa, igualmente el recorrido de mis lágrimas a través de mis mejillas, untando mi ropa, en ellas flotan mis sentimientos, los más puros y bellos… me he quedado solo con lo impuro.

En mi reflejo sobre el líquido plateado veo mi expresión, al principio deprimente y ahora curiosa. Floto, pero no me muevo de allí, atrapada a esa altura me extiendo par tocar el agua, apenas la rozo con el dedo corazón,  quiero llegar a ella y alcanzar aquellos sentimientos que me han dejado, nadar entre ellos y ahogarme.

Hasta que no me libere de allí seguiré sombría, contaminada….

Ella es…

Caminó hacia mi, sin vacilar, con el alma rota.. con el corazón destrozado.

Yo era un simple cojín en el que ella se sentía cómoda, ambos lo sabíamos, pero ella no podía evitar llegar a buscarme; aunque sabía que me hería también… porque yo no puedo evitar amarla cada vez más.

A veces me doy cuenta que quiere que le dé un abrazo, se acerca lentamente a sabiendas de que el espacio de «amistad» ya lo ha sobrepasado, pero la entiendo, porque yo también busco meterme en ese espacio que le pertenece. Me rodea con los brazos lentamente, con miedo, porque no quiere herirme pero igual quiere tenerme cerca.

Llora… lo hace en silencio, porque ella llora así, unas veces con tanta tranquilidad y otras con una sonrisa en el rostro, riéndose a carcajadas, mientras las lágrimas me transmiten eso que quiere ocultar. Aprieta su rostro contra mi hombro porque no quiere que la vea, la presiono un poco para que me mire de frente y me sonríe mientras le resbalan dos o tres lágrimas por las mejillas.

…se ve tan feliz, pero en realidad está tan triste…

No quiere hablar conmigo, de hecho me ha cambiado de tema más veces de las que creí posibles, todas las preguntas que me ha hecho se las he respondido, porque quiero complacerla y hacerle creer que le sigo el juego. Pero quiero saber qué la tiene tan triste y una y otra vez le pongo el tema y ella me lo cambia… diciendo que es en vano…

… la escucho hablar y en cada palabra su voz se quiebra…

Ya hemos caminado un poco más y me sigue el paso, a veces se queda atrás y al voltear a verla viene caminando lento y con la mirada vacía, inmersa en sus pensamientos y se le ve triste, al rato se incorpora y me mira de nuevo radiante y con una sonrisa resplandeciente. Finjo no haberla visto antes y le regreso la sonrisa.

Me inquieta verla así, no es buena para ocultar cosas, pero ésta vez no quiere decirme nada, sé que la afecta demasiado y me duele no poder ayudarla más. Le quitaría todos esos sentimientos si pudiera… pero estoy más que agradecido de que haya venido a buscarme, porque es sincera conmigo, entiendo sus sentimientos y ella los míos… pero ninguno de los dos puede hacer nada más por el otro que no sea consolarnos mutuamente.

Nuestra amistad es así, nos encariñamos el uno con el otro, pero las circunstancias no me dejaron tenerla… y ella no me da la oportunidad de hacerlo porque no quiere herirme (más).

Cara de «feliz»

Y otra vez estoy aquí, preguntándome…

¿Es en serio?… ¡¿la maldita vida no quiere cooperar conmigo?!. Ya estoy cansado, no sabía que podía soportar tanto dolor hasta que no llegué a sentirlo. Sé que al otro lado del mundo podrá haber alguien que sufra más que yo, y lo compadezco, porque éste dolor no lo soportan muchos.

Ya me cansé de poner cara de «sonrisa amable» y decir que no me sucede nada… ¡y que me crean!. ¡¡¡por favor!!!, ¿llegaré a conocer a alguien que me conozca lo suficiente como para notar que en realidad estoy acabado?… que se acerque a mi y me diga: «ven, sé que estás mal, toma un abrazo» y llorar como una mujer hasta que me salga sangre, desangrarme y que mi corazón deje de latir.

Ya estoy cansado de ésta presión en el diafragma, que los pulmones no puedan llegar a su capacidad máxima porque el corazón me duele a tal punto que no quisiera moverme, sino quedarme en un cofre hasta que algún aficionado llegue y me clave una estaca de madera y acabe conmigo… Y pensar que alguna vez mi corazón estuvo tan cálido y cómodo, que creí que ese colchón de felicidad me duraría para siempre. 

A medida que voy sufriendo me digo cosas que me tranquilizan, viles engaños que son como drogas que me llenan de alegría por un momento, adictivos, pero cuando su efecto se va, regreso al mismo agujero enmohecido… y tengo que repetirlo; una y otra vez me digo que no me merece (y puede ser cierto), pero el ego no me alcanza para tanto.

Pero no te preocupes amada mía, no soy como todas las personas, la imagen tuya se mantiene intacta, celestial, pura y hermosa ante mis ojos. Porque a pesar de que me dejaste en busca de tus caprichos, considerando que era yo quien te impedía vivir y que me hiciste todas esas cosas malas… no quiero dejar una mal recuerdo de ti en mi vida y haré lo que sé hacer, verle el lado bueno a las personas, aunque ellos no me vean el lado bueno a mí.

Me siento triste de todas formas, quisiera que ésta cara de felicidad también me engañara a mí y ser estúpidamente feliz, pero soy uno más entre todos esos infelices que escriben novelas, que parece que la vida encuentra solo desdichas para inspirarnos y nos obliga  vivir entre los escombros de la felicidad. Desamparados.. pero inspirados al final.

Y así termina otra triste nota, mis sentimientos quedan en la red, porque mi corazón no los puede cargar y en mi vida no los puedo mostrar… ya que mal que bien, parece que vivo feliz.

(¡¡¡PERO NO!!!)

La suerte de amar… y ser amado

Voy caminando sin rumbo en éste camino de estar a tu lado, eres la doncella más inalcanzable de todas, los muros de tu castillo son gruesos e impenetrables y mal que bien… después de todos éstos años tu también te has vuelto dura e impenetrable.

¿Qué condena estoy pagando?… ¡siempre parece que no tengo suerte en esto de ser amado! hay veces en que estoy allí, sentado en una silla alucinando cosas tontas y felices y me pongo a crear «recuerdos» contigo.

Quisiera que una noche fría, solitaria, sonara el timbre de mi casa… que allí, al otro lado de la puerta, estés tú, con el rostro pálido y la nariz enrojecida… que tu piel esté congelada y que te lances a mi en busca de ese calor que perdiste en el camino… que tu mejilla se roce contra mi pecho y te recuestes escuchando los latidos de mi corazón.

Un recuerdo así, tan insignificante y a la vez tan hermoso… un simple gesto como ese llenaría mi corazón de vida y felicidad… porque si aún cuando tan solo me ofreces una simple mirada vacía, siento que mis latidos me ensordecen, que el pecho se me estalla y el leve ardor en las mejillas me quema la piel… ¡¿cómo ha de ser si llegases a dejarme amarte y amarme a a vez?!

Pero la vida me ha castigado con no poder llamarte, tocarte… con no poder vivir sin ti, ni contigo. Me siento atrapado, no tengo otra elección más que amarte y aún así quisiera poder no hacerlo, en mis mil intentos por dejarte de lado casi acabo conmigo mismo, mi corazón no soporta una ruptura tan tormentosa y yo prefiero tenerlo allí, en ese punto intermedio en que esta lo suficientemente tibio como para que yo no muera de frío.